Boletines|

También conocido como pitohue, cristofué, pecho amarillo, el Pitangus sulphuratus en una particular ave perteneciente a la familia Tyrannidae nativa de América tropical que se distribuye desde el norte de México hasta Argentina, fácil de apreciarle en ambientes urbanos, rurales, regiones boscosas y muchos espacios relativamente abiertos.

Mide entre 20 y 25 cm de longitud. Es de pico bastante largo con terminación curva, patas cortas, alas largas, cabeza grande color negro acompañada de dos líneas blancas arqueadas, pecho amarillo, lomo y cola verdosa, de comportamiento tranquilo.

“Bichofué” – Pitangus sulphuratus. FOTO: Philippe Vermeire

El Bichofué se alimenta de diferentes invertebrados, como lombrices e insectos, también se alimenta de pequeñas frutas, roedores y reptiles de menor tamaño, así mismo complementa su alimentación con la casa de peces, los cuales, después de capturarlos los lleva a ramas para golpearlos contra ellas, poder dominarlo, matarlos y luego consumirlos.

Otras características de esta ave son:

  • En su canto emite un ruidoso, prolongado y agudo sonido.
  • Físicamente el macho y la hembra son muy parecidos.
  • Es un ave muy tranquila, pero agresiva a la hora de defender sus crías.
  • Se reproduce entre los meses de marzo y agosto, pueden llegar a poner hasta 5 huevos.
  • Su nido no es muy estético, pues lo construye con cualquier elemento presente a su alrededor (Plástico, hilos, retazos de telas, ramitas etc.)

Algunas historias mitológicas alrededor de esta especie, giran en el sentido de pensar que esta esta ave grita al medio día cerca de una casa, es anuncio de llegada de personas visitantes, en parte de Argentina significa el anuncio de nacimiento o un presagio funesto.

En la ciudad de Santa Marta y especial al interior del Jardín Botánico Quinta de San Pedro Alejandrino, es fácil apreciarle por jardines y ramas de árboles, muy frecuente en horas de la mañana y final de la tarde, momentos de mayor actividad para el avistamiento.

El avistamiento de aves en la ciudad de Santa Marta, se ha convertido en una actividad que cada día toma mayor fuerza. Diversos son los grupos y personas que demuestran su interés por aportar o aprender entorno a esta práctica, un contacto directo con los ecosistemas, un proceso que también nos invita, no solo a generar aprendizajes, sino mantener vivo ese adherente compromiso por la conservación de la naturaleza.