El pintor de la noche, el pintor lunar…
La sensualidad, la vivacidad de los colores y el erotismo de las obras del artista barranquillero Ángel Loochkartt quedarán perennes en la mente, en el alma y en cada uno de los recuerdos compartidos con el Maestro del expresionismo Caribe, quien falleció recientemente.
El pintor de la noche, el pintor lunar… el pintor del color, así era reconocido Ángel Loochkartt, quien fue uno de los artistas plásticos más importantes de Colombia, quien además fue artista fundador del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo en 1986.
Para la Licenciada Zarita Abelló las artes plásticas pierden a uno de los artistas más apasionados, especialmente por su entrega, sensibilidad y vigencia, cuya representatividad la irradiaba desde ese compromiso que tenía con el arte.
“Cuando empezó la conformación del Museo con la iniciativa de Armando Villegas y el respaldo del Presidente Belisario Betancurt, éste le invitó a participar con una de sus obras para nuestra Colección Permanente; desde ese entonces nuestra amistad se afianzó y se nutrió, compartiendo incontables momentos con un barranquillero que inspiraba Caribe”.
El legado en obras donadas por el artista el óleo sobre madera ‘Ángel presente’ (sin fecha) y el óleo sobre lienzo ‘Trio Travesti’ (1999), exhibidas en la salas del Museo. Para la artista y directora del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo Loochkartt era un ser humano que irradiaba humildad, quien no dudaba en compartir sus conocimientos con emoción, de forma espontánea y desprendida, que hacían de él un artista completo. “Vivió por y para el arte, fue muy activo, no tenía límites con relación a producir, fue ante todo autentico, sus comentarios eran reflexiones profundas de un arte renovador”, recuerda la Licenciada Zarita Abelló.
Lamentó con nostalgia el fallecimiento del artista barranquillero “… Ángel fue cercano, siempre compartiendo ideas no solo de arte, sino sobre el aporte que como Museo podíamos siempre desarrollar, Colombia pierde a un grande, a un Maestro de Maestros de arte nacional”.
Por su parte la Curadora, Stefannia Doria, quien tuvo a su cargo la exposición ‘La pintura de Loochkartt en los ritmos del tiempo’ del aniversario 27 del Museo, donde fue invitado especial, lo recuerda como un artista de una dimensión avasalladora.
“En agosto de 2013 tuvimos el honor de contar con un verdadero caballero de las artes, sencillamente inspirador… ese que nos susurraba al oído frases como: ‘Pintar para mí es un estado de gracia…’ compartimos con uno de los Maestros del arte colombiano, cuya vigencia en producción, calidad técnica fue constante”.
Era tal la fascinación del Maestro Loochkartt con el Museo Bolivariano que en 2015 participó en la 5 Trienal Internacional de la Acuarela, donde fue invitado como jurado. Durante las diversas conversaciones, que se convertían en tertulias pedagógicas de arte, muchas fueron sus reflexiones.
Aseguraba que el tiempo para él es un ritmo: “… las marcas del tiempo no tienen límites, por eso yo pinto para ser libre, es decir para no estar solo para compartir mi respiración y mi huella dactilar, mi taquicardia… Y para continuar pegado a mi sombra».
Todo lo que emulaba a la Puerta de Oro de Colombia era motivo para brillarle los ojos e irradiar en su rostro alegría, asegura la Licenciada Zarita Abelló que las galeristas Edith y Elida Lara, fueron por algún tiempo sus musas, especialmente por esa pasión de las hermanas Lara con el arte. Pese a que se radicó en Bogotá jamás olvidó a su Barranquilla del alma, de ahí que se le reconociera como el ‘pintor del Carnaval’.
Sobre el tema del carnaval comentaba que “… es una de las experiencias más fascinantes de nuestros símbolos Caribe, donde el color es su máxima expresión, ampliando la paleta para cualquier artista. El carnaval es una filosofía más allá del espectáculo se presenta a millones de posibilidades de aprendizaje para un artista”.
El legado de Loochkartt
Este artista barranquillero realizó sus estudios de Bellas Artes en Roma donde aprendió las exigentes técnicas de mural, pintura de caballete y grabado. En 1971 se vinculó al Departamento de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia, donde trabajó por dos décadas.
Recibió el Primer Premio en el Salón Nacional de Artistas de Colombia de 1986, la Mención de Honor, Festival de Arte Azuza, California (U.S.A., 1961), la Medalla al mérito de la Fundación Leonardo Da Vinci (Bogotá, 1977), el Premio Cristóbal Colón, Planetario Distrital (Bogotá, 1986, el Premio Vida y Obra 2011 de la Secretaría de Cultura de Barranquilla y el homenaje central del Carnaval de las Artes de Barranquilla, 2013; realizó exposiciones en Italia, Francia, Estados Unidos, México y Colombia.
Hizo parte del grupo denominado Expresionismo Colombiano, de ahí que muchos expertos como el investigador cultural, Álvaro Suescún para la exposición ‘La pintura de Loochkartt en los ritmos del tiempo’ que el Maestro ofreció en el Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo expresaba sobre su propuesta: “El erotismo tiene representación permanente en sus lienzos evocando aquellas leyendas que oímos cantar en la intimidad de las riberas y de las playas, mientras aleteaban en sus brisas encuentros enamorados narrados con desparpajo, contrapunto a la hipocresía y la retórica de otros tiempos y lugares esquivos. Es en la provocación donde radica el polo magnético que concentra las miradas de los observadores acuciosos, el caluroso ritmo del color asciende en la misma medida en que las escenas de fuego de su teatro pictórico condensan la atractiva sinuosidad de las formas’.
Loochkartt representa “una pintura emotiva, unas veces dislocada en una mirada diagonal como suele ser la picaresca de la sensualidad, en el trazo que se inmiscuye en lo furtivo, en una carga ciega desprendida de las corrientes que lo ceñían a las instancias grupales. No captura las formas en la perspectiva de una adecuada comprensión del dibujo, su magisterio rebasa toda idea de perfección para adherir al límite de la ironía, de la sonrisa siniestra, de la burla anticipada, su enorme complejidad sicológica le permiten darle contenido y profundidad pictórica a un tema banal, el asunto es un pretexto para iniciar su pintura narrativa”.
La obra de Loochkartt era una creciente mitificación del dibujo. La tarea artística afirmada en su personalidad, era la configuración paciente de un trabajo bastante elaborado, un ritmo interior en permanente crecimiento magnificado en la diversidad de sus temas, en esas cotidianas escenas que son historias de vida en el gran formato de la imaginación. Fueron apuntes gráficos, muchas veces acentuados en la eucaristía del color, que le sirvieron de pretexto para blandir su libertad que por siempre quedará en la historia del arte colombiano.