Ante el sensible fallecimiento del Historiador José Rafael Dávila, miembro fundador de nuestro Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo-Quinta de San Pedro Alejandrino, y quien fuera el primer presidente de su Junta Directiva, compartimos el artículo de su autoría ‘El pensamiento bolivariano presente en un gran Museo de Arte’, a propósito de los 25 años del Museo.
El pensamiento bolivariano presente en un gran Museo de Arte
José Rafael Dávila Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo Miembro Fundador
Al escribir estas líneas me mueve el inalterable sentimiento de gratitud por el genio político más prominente que ha surgido de la raza cósmica americana, porque Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios fue la síntesis de las tres razas que poblaron este Nuevo Mundo descubierto por Cristobal Colón en uno de esos inexplicables golpes de la fortuna.
Esta ciudad llamada en sus épocas de esplendor como la Perla de la América tuvo el privilegio de albergar el último aliento de un hombre continental que, desponjándose de las fragilidades humanas ofrendó su fortuna y existencia en busca del más alto ideal al que pueda aspirar un ser humano: La libertad.
En Simón Bolívar se encarnaron todas las virtudes de la especie humana, y sin ambages confieso que, la Divina Providencia desde la lejana noche de los tiempos urdió el plan de formar una figura que superara a los seres comunes y comentes, y con suprema inteligencia ideó al Cóndor que con sus poderosas alas se remontó por coordilleras y caminos extensos de todo el territorio de las repúblicas bolivarianas.
El sueño de Simón Bolívar inspirado en las doctrinas de Fray Bartolomé de las Casas y del otro fraile dominico José Servando Teresa de Mier se compendia como la Carta Magna que debemos adoptar, para que América Meridional alcance la anhelada Libertad, para que en América Meridional se cumplan el lus Naturalis y el lus Gentium, para que en América Meridional brille el Sol de la justicia, de la Equidad y de la fraternidad unviersal.
Es perentorio, con ocasión de los 25 años del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo, que dirige con acierto la Licenciada Zarita Abelló de Bonilla, recuperar la imagen y pensamiento legítimo Simón Bolívar. No podemos preconizar más a las estatuas de bronce, sino que es un deber sagrado evangelizar a los pueblos de América Meridional con la verdad escrita por el Padre político que se sacrificó sin esperar recompensa personal.
Ya es hora de retomar su discurso de justicia social e implantarlo en las mentes de los jóvenes dirigentes, con el fin de erradicar el cáncer que con ansiedad irrefrenable nos devora la vida. Si, por el contrario, seguimos empecinados en erigir palacios de naipes y frías estatuas, El Libertador desde la eternidad nos mirará con desdén, puesto que no obstante sus ingentes sacrificios, los hijos de su Campaña Libertadora, seguimos esclavizados por el poder colonial que todavía pervive en el torrente sanguíneo de la República de Colombia.
La voz de Simón Bolívar crepita en los centenarios árboles que aún persisten en la Quinta de San Pedro Alejandrino, aferrados a la vida, como queriendo honrar con su presencia la memoria poética del genio que en la Isla de Jamaica vislumbró el destino que todavía está por cumplirse.
Muchas veces, cierro los ojos y con nostalgia oigo las metáforas y las frases de aguda inspiración plasmadas en sus últimos escritos, pero también percibo en la distancia, el dolor de sus entrañas, fruto de la alevosa conspiración y de la ingratitud.
No cabe duda que Simón Bolívar era un visionario. Esta afirmación se fundamenta en sus profecías de la Carta de Jamaica, y que cobran vigencia en la actualidad: “Temo con horror que la perversión domine en las instituciones colombianas. El destierro de las buenas costumbres como un topo desaforado socavará el cimiento de las leyes justas. Las buenas costumbres de las leyes justas”. Y en su novela “La verdad más allá de mi tumba”, el historiador William Hernández Ospino, ratifica con acierto en labios del Libertador, la validez del pensamiento anterior: “El destino de nuestros pueblos será incierto si no se hermana en la consolidación de su autonomía política”.
Por todo lo anterior, exalto la permanencia del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo, ya que es un testimonio perenne de la grandeza del prohombre, que ojalá perdure por décadas y que los gobernantes colombianos y de las otras hermanas repúblicas bolivarianas apoyen esta empresa cultural y grandiosa.
En este siglo XXI, presiento que, la doctrina política de Simón Bolívar florecerá en su plenitud, y la historia de Colombia, a partir de su muerte en San Pedro Alejandrino, tendrá que revisarse, para que las nuevas generaciones crezcan aborreciendo aquella nefasta política que se oficializó desde el Congreso de la República de Colombia, en el año de 1827 como inmortal norma de gobierno, en contra de las ideas universales del Libertador. Las leyes de Colombia ya fueron dictadas por el numen político de Simón Bolívar.