Intimidades de su arquitectura
Cuando la Directora de la Fundación Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo me pidió que hiciera unas líneas acerca de la arquitectura del museo, con motivo de sus quince años de vida, vale decir que me causó una inmensa alegría.”—Carlos Proenza Lanao.
No solo por el honor que ello implicaba — y que agradezco, desde luego —, sino porque su proyecto y construcción — desarollados en escasos tres meses, representaron el mayor reto que se me hubiera presentado en mi no corta vida profesional.
Pues se trataba de intervenir y con un importante hito cultural, nada menos que la Quinta de San Pedro Alejandrino, última morada del Libertador Simón Bolívar, un lugar al que desde niño acogí como tierra bendita, reducto sin igual de paz y amor, diseñado para elevar plegarias al silencio.
Una vez aprobado el proyecto por Monumentos Nacionales, se estableció el 24 de julio, aniversario del nacimiento del Libertador, para la inauguración del Museo, a solo dos semanas de terminar el gobierno del presidente Betancur. Quién a propósito, aprovechó un atardecer fulgurante de los que solo se dan en Santa Marta, para despedirse de su periodo presidencial con el más bello homenaje lírico a la epopeya bolivariana. Y lo hizo desde luego, en el nuevo Museo que inauguraba ese día, en el corazón mismo de San Pedro Alejandrino.
Obra que ni siquiera lucía nueva pues al decir de críticos severos, parecía haber estado allí desde siempre. Lo que para los Arquitectos tuvo un gran significado pues se había logrado lo propuesto en tan maratónica tarea: el respeto por un entorno histórico-natural inviolable y mítico que a través de los años solo ha sido tocado en condiciones excepcionales.
La Sociedad Colombiana de Arquitectos, con motivo de la Bienal de 1986, describió — e ilustró con excelentes fotos — cada una de las obras seleccionadas. Con relación a la de San Pedro Alejandrino, dijo:
“Don Joaquín de Mier le sobrevive (Al Libertador) 30 años y la hacienda entra en un periodo de abandono y deterioro del cual se libra a partir del año 1891 cuando es adquirida por el gobierno del Departamento del Magdalena, Don Ramón Goenaga, a la sazón su Gobernador, inicia una tarea restauradora que se prolonga por casi un siglo hasta el presente, reforzada por leyes y apropiaciones que protegen su condición de Monumento Nacional y Altar de la Patria.
A este último complejo monumental, concluido en 1942, se liga el nuevo Museo, iniciativa de Armando Villegas, destacado pintor de origen peruano residenciado por largo tiempo en Colombia. Concebido para desarrollarse en tres etapas. La primera de ellas se origina en uno de los costados de la plaza que rodea el Altar, al cual toma como eje de composición. La conforman tres cuerpos que acogen en su centro un anfiteatro para 300 personas y un gran espejo de agua, todo inmerso y protegido por la bellísima y añosa arborización de la hacienda, compuesta de ceibas y frutales.
Una tercera etapa consolidará la actividad del Museo con la pinacoteca y el Centro de Documentación”.
Simplemente habíamos prolongado la discreta construcción existente detrás del Altar de la Patria, repitiéndola en forma simétrica hasta terminar de envolverlo virtualmente, como en un ademán de rigurosa posición castrense para rendirle honores al general, perennemente. Así quedó integrado a San Pedro Alejandrino nuestro Museo, que hoy con dos de sus etapas concluidas, celebra su Décimo Quinto Aniversario.
Recuerdo con especial afecto el comentario de Martha Senn después de su prodigioso concierto en el Teatro Joaquín de Mier y Benítez — anexo al Museo, cuando afirmó que en su larga trayectoria artística, jamás había apreciado una mejor acústica en un espacio al aire libre. Creo — sin falsa modestia — que el aparente alarde técnico se debe principalmente al enjambre natural de los colosales tamarindos y samanes centenarios que circundan el recinto, magnificado tal vez por el recorrido mágico de la cuenca del Río Manzanares, que lo abraza.
En fin, han sido tantas las vivencias y satisfacciones durante los vibrantes quince años del Museo, “el mejor homenaje a la memoria soñadora del Libertador”, epicentro de la cultura de nuestra tierra y mi máximo trofeo profesional, que solo aspiro verlo totalmente terminado, con la construcción de la tercera y última etapa, con lo cual “se consolidará la actividad del Museo”, como reza en las Memorias de la Bienal.
Seguiremos elevando plegarias.
Carlos Proenza Lanao.
Arquitecto, constructor del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.
*Texto extraído del catálogo conmemorativo 15 años de la Fundación Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.
Edición de 500 ejemplares se terminó de imprimir en Santa Marta – Colombia.
Agosto 2001.